Olvídate de lo que sabes y de cómo manejas tú tus propias redes sociales. Si eres madre o padre, por mucho que tengas un móvil en la mano y seas un gran usuario, tus hijos son diferentes, sus criterios y opciones son diferentes, sus cuidados y descuidos también son diferentes.

Te ofrezco en este artículo una breve reseña de sus redes, invitándote a que las uses y aprendas cómo funcionan y unas recomendaciones generales. ¡Vamos a ello!

Todas las redes tienen una característica fundamental y sus seguidores (los que ven lo que pones) y seguidos (lo que consumen, lo que ven…)

Instagram

Es una red visual. La más importante en este momento en España entre los jóvenes. Tiene una parte fija (muro) en el que se almacenan las fotos. Suelen ser una colección de imágenes cuidadas, muy significativas para ellos, no ligadas normalmente al momento en el que viven sino escogidas. Otra parte (Stories, en la parte de arriba) es más cambiante, con mucho éxito actualmente por su semejanza a Snapchat, aunque no tan privada como pueda parecer. El intercambio a través de Stories es muy fuerte últimamente.

Lo importante es pensar que es una red de imágenes, que están manejando su imagen personal continuamente.

(Si quieres saber algo más – clic)

Snapchat

Es otra red visual, cuya característica principal es «lo efímero». Las imágenes o vídeos que se comparten duran en la red un máximo de 24 horas. Cada foto dura un tiempo concreto, pero eso da igual, porque las puedes ver todas las veces que quiera. Aquí se comparten momentos de lo más cotidiano, permanentemente. Se nutre de cada instante del día y se comparte con los usuarios que tú controlas en tu red.

Conocerás esta red porque es «graciosa». Se usan reconocimientos faciales que te transforman en «perrito» (lo más usado, con diferencia), te deforman la cara haciéndola más gorda o más flaca, te visten de princesa o explorador… ¡Y lo que vendrá!

Otra cuestión relevante es que, a diferencia de la anterior, encontrar gente y conectar con nuevos usuarios es complejo. Tiene que ser casi boca-a-boca, pasando el nick. No hay ningún sitio en el que puedas ver a qué personas siguen otros compañeros, o qué personas interactúan (esto último lo ha copiado Instagram en Stories).

(Si quieres saber algo más – enlace)

Whatsapp

No es una red social, pero se usa como tal. Horas y horas intercambiando cosas por Whatsapp bien en privado o bien en grupos, de todo tipo, y luego los subgrupos de los grupos para hablar de lo que sea. Es la que probablemente más tráfico tenga. Un continuo y permanente diálogo.

Todo va vinculado al número de teléfono, que les acompañará durante años. Tienen una imagen de perfil, pero lo nuclear es inaccesible. Se sabe que entre los jóvenes hay un salto muy breve entre cualquier red social y dar el número de teléfono, lo cual es muy delicado y comprometido, porque deja rastros por toda la red y no sabes a partir de ese momento dónde terminará. De los grupos, saltan a privado y todo termina ahí. Entre sus prácticas más frecuentes está eliminar de su móvil lo comprometido, manualmente pero aprendido en las redes de lo efímero.

En estos grupos muchas veces aparecen conflictos por lo que otros dicen (o no dicen, porque son adolescentes).

YouTube

Consumen vídeos, poco más. Alguno tendrá su canal, pero es marginal. Siguen a YouTubers, a cuyos canales se suscriben y raras veces dejan comentarios, salvo que sean del club de Fans. Aquí la cuestión es qué ven, qué escuchan, qué piensan. Es un fenómeno social a la altura de las grandes series, al margen del cual se sitúan los adultos, que poco o nada conocen salvo el nombre. Muchos padres con los que he hablado han visto, al menos, uno de estos vídeos.

Supone una gran fuente de entretenimiento cuando no tienen nada mejor que hacer. Hay documentales pero escogen temas de actualidad, ciclos de vídeos sobre jugadores de vídeojuegos, retos, humor, música… Cada muchacho es un mundo, pero sus intereses quedan aquí meridianamente reflejados (también sus preocupaciones). Está considerado el buscador de los Millenians, que prefieren rastrear YouTube antes que leer lo que Google les proponga.

Recomendaciones finales

  1. Educar, más que controlar. Entre otras cosas porque «controlas» muchos menos que ellos (principio de humildad generacional). Mejor ofrecer valores, que normas. Sobre todo a ciertas edades en las que la «sobreprotección» es un mito, y tiene pocos visos de ser capaz de mantenerse en el futuro.
  2. Habla con tus hijos. Que sepan que estás al día, que no eres un extraño en su mundo. Sin condenar, de forma comprensiva. Ofrécele posibilidades antes de que otras personas lo hagan. Es mejor que te digan las cosas, a que te enteres después por otros. La confianza en la adolescencia se resiente, no se pierde. Hay que cultivarla con otras maneras.
  3. Cuida su privacidad. Snapchat tiene unas políticas de privacidad que han ayudado mucho a su crecimiento. Instagram permite también cerrar el círculo bastante. Hoy hablaba con mis alumnos mayores sobre lo difícil que es conocer a 1000 personas, luego cómo es posible que algunos chavales de 13 años tengan 600 seguidores en sus redes. ¿Quiénes son, qué buscan?
  4. Conoce dónde se mueve. Igual que otras generaciones se preocupaban por «lugares físicos» hoy hay que estar pendientes de «espacios digitales». Con distintas estrategias, con más información que preguntas directas. Si quieres saber sobre Instagram, Snapchat, usos juveniles de Whatsapp… ¿por qué no preguntas? Tienes en tu mano conectar a través de redes sociales con personas que te darán información y responderán a tus preguntas.
  5. ¿Límites de edad? En principio, por qué si «todos lo usan». Es más, se vende la ventaja de cuanto antes mejor. Y no es mentira, porque cuanto antes se familiaricen con las tecnologías mejor. Pero no en redes sociales. Y, como ocurría con la hora de salida, lo de la «hora de salir» siempre viene presionado bajo el argumento de las redes sociales. ¿Qué pueden aprender allí tus hijos? ¡Mejor que aprendan programación, por ejemplo, que también tiene herramienta muy lúdicas, o jueguen! Hay unos límites de edad que son escandalosamente poco respetados. Un muchacho con 10 años no puede tener redes sociales controladas. No por él, por lo que pueda encontrar. ¡Claro que hay límites!