Es una forma elegante de templanza en la tempestad, que es la virtud que apacigua el ánimo, le da sosiego al alma encendida o apagada, y nos eleva moderadamente por encima del nivel del mal. En la mesura nos desplazamos con calma y paciencia, con la vista puesta lejos. Porque ancha es Castilla, como ancho es el robusto espíritu castellano. Tiene que ver con la mesa que se comparte, también por encima del suelo. La mesura no solo aplaca, también eleva.

Ponderar es sopesar, deliberar, medir. Hacer cuentas y revisar factores. Se valora esto o aquello, se busca algún tipo de balanza como quien desea objetividad, se pone en relación, se cambia el color si es necesario para intentar ver mejor. Se dialoga con otros. Se lee y estudia el asunto. Cultiva y siembra la sana distancia.

Otra virtud relacionada es la prudencia, que de tanto decir hemos gastado. Como le pasa a la humildad, que ya no se sabe que hacer con ella, si es amiga o enemiga del bien y la felicidad, por tonta, por dejarse manejar por unos y otros de cualquier modo. Sobrevive su intención en algunos seres humanos nobles, como ella. Esos justos que viven de espaldas a todo, con aquella santa indiferencia, y sostienen el mundo calladamente.