índ15iceLo sabe cualquier padre, que dijo que no haría y hace, que no importaba y sí que importa, que toma posiciones para protegerse a sí mismo, lo suyo y a los suyos. Hay padres que se defienden incluso de sus propias familias y quieren ocupar en el hogar posiciones relevantes. Si esto ocurre en lo más íntimo, en lo más personal, ¡qué no sucederá en el mundo del trabajo, por no decir el de las finanzas, la política, o incluso la cultura o la religión!

Demasiadas luchas de poder, demasiados privilegios (y promesas: ¡comerás huevos!) se esconden en algunos balcones de poder.

Me pregunto por qué corrompen, de verdad. Si es el poder y la posición, o es otra cosa diferente. Conozco muchos padres que no se defienden de nada, y menos aún de sus hijos. Sé que hay jefes que buscan lo mejor para sus empleados, políticos que hacen lo que pueden honestamente, trabajadores que desde su lugar sirven con entrega y mucha humildad, gente de gran cultura cuyo afán es no ser conocidos, personas que se sientan en los últimos puestos. Es más, que viven en los últimos puestos siendo de primera categoría y de primer orden.

Creo que no es el poder y la posición la que corrompe. ¿No lo serían ya antes? ¿No será precisamente que quien está corrupto busca más poder, más prestigo, más alagos, más relevancia, más aplausos, más felicitaciones, ser más importante y que le tengan más en cuenta, y que le pregunten más cosas? ¿No será que el poder, de esta manera, se equipara con la corrupción de la libertad en la que unos prefieren tomar decisiones por otros en lugar de tomar sus propias decisiones? ¿No será que la bondad, de alguna manera, huye del poder y, sin embargo, sabe dirigir y conducir, pero de otra manera? ¿No será que el corrupto es capaz de corromper, como siempre hemos dicho, hasta los mejores lugares o el lugar que debe ser ocupado por los mejores?

Lo dicho, que no es el poder el que corrompe. El poder es ejercicio de la corrupción personal y social, o al menos una de los ejemplos más patentes de lo contrario al bien.

En un mundo justo, claramente diferente al que vivimos y perdonad nuevamente mi idealismo, sólo los mejores ocupan puestos relevantes. Y los puestos relevantes son aquellos en los que se puede ayudar y hacer crecer mejor al otro, a la propia comunidad y sociedad, al mundo.

Si bien es cierto que no hay un «mundo» así, existen vestigios e indicios de que es posible.

Lo que tengo muy claro es que hay posiciones desde las que es muy fácil, o más fácil al menos, contemplar la corrupción de las personas. Diría que son posiciones privilegiadas para el dolor, preferentes para el llanto con los ojos abiertos. Lo digo con pena. No son posiciones que gocen de admiración popular precisamente, ni en las que encuentres alivio a la primera. Aunque creamos que «los de arriba» ven y conocen todo mejor, es estando abajo como se toma contacto con las «bajezas» de la realidad humana y social.