Se puede vivir de muchas maneras. Decir muchas significa que no todas son iguales y que se pueden comentar. Una gran diferencia, establecida por Husserl y herederos es aquella que separa lo natural de lo filosófico. Todos viven, pero no enfrentan la vida en semejanza. Incluso los más jóvenes son capaces de hacer distinciones, no siempre precisas. Lo natural sería verse subsumido por la corriente de los hechos, lo filosófico para Husserl establece una distancia y posee un método.

Dicho lo cual, en las redes sociales se puede vivir también de muchas maneras. Con o sin distancia, con o sin método, con o sin criterio, sometiéndose a lo que aparece o buscando más allá de la apariencia el trato y contacto con lo real.

La actitud natural en las redes sociales es la de estar (tener perfiles e incluso interactuar con otros) sin saber bien por qué, sin haberse hecho ninguna pregunta relevante y sin tener, pese a lo que se piense, tener respuesta fundada alguna. Se trata de un mero estar contagiado por lo que ocurre alrededor, imitación sin sentido, contagio carente de criterio y dirección. Como la veleta que se deja mover por el viento, incapaz de preguntarse por el viento mismo y mucho menos por sí mismo como veleta.

Estos serán, de alguna manera, aquellos que reproducen, repiten, retuitean y comparten sin miramientos con tal de que les suene bien, les parezca interesante y les provoque algo de satisfacción en el marco de sus vidas aburridas, carentes de cualquier tipo de examen sobre sí mismos que les desvele en qué situación están. Meros esclavos de un pulular precipitado, saltando de un sitio a otro bajo el signo de la confirmación de sí mismos y la comodidad de quien, sentado en su sillón, no acepta discrepancia ni conoce el auténtico sentido de la tolerancia, el respeto o la valoración del otro.

La actitud natural engorda y acrecienta la masa dominante, por la que todo aquel que es razonable se preocupa como alud que otea en el horizonte. Lo más preocupante social y políticamente es esto, para algunos. Aunque personalmente pienso en el desperdicio de la vida ajena y en la infelicidad que acompaña sus actuaciones. Se diga como se diga, lo indignante es verdaderamente infelicidad sentimental con capacidad para expresar su rabia y movilizar a otros sometiéndolos bajo sus alas. Lo indignante aceptaría otras posibilidades, pero lo que se realiza en ella es, no pocas veces y muy visibles, mero ejercicio de la barbarie y el juicio sobre el otro; acompañado, dicho sea de paso, del orgullo de quien se vuelve incapaz de recibir ayuda, amor, compasión o misericordia ajena.

Frente a la actitud natural, la necesidad de la filosófica. Que será, antes que cualquier otra cosa, ejercicio de sinceridad consigo mismo, duda y distancia. Sólo desde ahí, cabe entrever las posibilidades abiertas de un compromiso sincero con el otro y un ejercicio en las redes sociales de su misma esencia: la posibilidad abierta de un nuevo espacio público donde las personas sean capaces de encontrarse en su diversidad, dialogar… e incluso llegar al reconocimiento mutuo, que es el acuerdo social fundamental y la base de toda humanidad del otro hombre.