Hablamos de competencias docentes abrumaduras, desatendiendo muchas veces esas otras que configuran los pequeños detalles y sin reflexionar abiertamente sobre ellas, aunque sean decisivas. Todos los profesores del mundo entran en sus clases, y ahí empieza todo. De ahí que sea crucial detenerse en ello, aunque sólo sea una vez en la vida. Pensar estas cosas entiendo que aportan libertad, la que da el conocimiento propio, y ayudan a elegir.

Estos pequeños detalles influyen, y no sabemos cuánto, en la cultura escolar, en la misma clase, en la vivencia propia y ajena del aula.

He prescindido de esos listados que lo simbolizan todo: el policía, el visitante, el explorador… Porque trasmiten tanto con la comparación que -pienso yo- reducen y simplifican, cuando no ridiculizando haciendo una pura caricatura de las cosas sin aportar reflexión sobre el asunto.

  1. No entrar hasta que no estén todos en su sitio. En algunos colegios de Madrid existe esta costumbre. El profesor espera en la puerta y cuando todos están sentado y todo está preparado, entonces entra él.
  2. Entrar e empezar a poner orden en clase. Algunas veces no te ven entrar, o si te ven entrar siguen a lo suyo. Las primeras palabras entonces son para colocar la situación, hacer silencio.
  3. Entrar corriendo y con urgencia. Pase lo que pase, el profesor comienza, con cierta indiferencia por lo que ocurra en el aula. Tuve un profesor así, que se preparaba antes de que sonara el timbre, y al tocar la campana él comenzaba su clase sin importarle mucho más.
  4. Entrar enojándose. Esto lo entenderá casi cualquier profesor y sabrá reconocer por qué. Entrar e, incluso antes de llegar a la mesa, haber perdido la paz por lo que está pasando en clase, por el jaleo que hay. Y preguntarse no sólo qué está pasando sino qué me está pasando, por qué estoy así ahora. Es la actitud contraria de la que, a buen seguro, cualquier profesor desea vivir, porque entramos en clase a disfrutar con algo que nos hace felices, pero sucede. Y conviene frenar a tiempo.
  5. Entrar cada vez por un sitio. Siendo como somos, personas de rutinas, en ocasiones me planteo entrar en clase por aquí y otras por allá, para poder saludar a todos los alumnos alguna vez al menos a lo largo del curso. E interesarme por ellos antes de comenzar la clase. Mientras tanto, las cosas se van colocando. Esto me lo enseñó una persona a la que debo mucho de mi pasión por educar, que me hizo ver que siempre hacía lo mismo y entraba en clase pensando en lo mío sin mirar alrededor.
  6. Entrar haciendo antes una pequeña parada. Para quien no lo sepa, los profesores en ocasiones tenemos que estar a la vez saliendo de una clase y entrando en otra. De tal modo que llegas sabiendo que deberías estar allí hace tiempo, y comienzan las prisas y agobios. El curso pasado pensé que era mejor, al menos en mi caso, pararme un instante antes y resituarme, porque eso me ayudaría a saber dónde voy, cómo estoy, qué va a ocurrir. Como si existiera un «Stop» en la puerta de la clase.
  7. No entrar, pedir a los alumnos que salgan. Esto para descolocar. Te los llevas a dar un paseo por el colegio y les cuentas algo mientras andáis por los pasillos o vais andando en silencio, dais una vuelta al patio y entráis luego en clase. Seguro que es rompedora.

Si has llegado hasta aquí, te mereces este vídeo.