Ahora que todos volvemos «al cole», y que el otro día tuve la oportunidad de estar en un museo, me da por reflexionar sobre lo que para mí serían los aprendizajes esenciales en la vida. No es porque tengan especial relación el cuadro y el colegio, sino porque fue a propósito de un cuadro como yo me planteé este año esta cuestión. ¡Qué imagen tan interesante!

Por cierto. Como ya  hemos comprobado los que hemos pasado por la escuela, en ocasiones aprendemos más bien poco de todo aquello que realmente nos va a ser útil, verdaderamente útil, para ser felices, crecer, vivir, trabajar, relacionarnos. Y como los aprendizajes básicos los van a seguir aportando en las escuelas, queramos o no, me resulta más bien aprender a mirar un poco más allá. A lo esencial de lo humano. Que no digo yo que se olvide. Pero sí que anda un tanto despistado y marginado en la maraña de imprescindibles contenidos escolares.

  1. Lo primero de todo, que todos deberíamos saber hacer, es disfrutar del arte. Al menos en una de sus expresiones. Un buen museo, una buena obra de música. Lo digo porque yo soy un verdadero patán en ambas cosas y lo lamento profundamente. Pero, para no llegar a lo que dicen por ahí («Si yo tuviera un hijo, él sí que sabría…») mejor que empiece por mí antes de poner a otros tareas.
  2. Lo segundo, cuidar a los amigos de siempre. Los que ya son amigos. Éste es un propósito que alcanza a toda la vida. Hacer que cada vez seamos mejores amigos, y no a la inversa. Quizá la novedad impresione a algunos, o acoger por primera vez en tu casa. Pero hacer que los que ya te conocen, y saben de ti y para quienes hay pocas novedades, sigan siendo tus amigos… ¡es todo un arte! Creo que no estoy diciendo ninguna tontería. Perder amigos resulta casi tan fácil como no hacerlos. Los puedes echar de menos un tiempo… y seguir adelante sin problema.
  3. Aprender a aburrirse. Este es un tema muy interesante. La de pasar tiempo con uno mismo sin hacer nada, o ser capaces de estar con otros simplemente porque toca así, porque es lo que hay y no se puede evitar. Porque nos aburrimos con muchas cosas, y algunas muy importantes. E incluso diría que nos llega a cansar o aburrir prácticamente todo en la vida. Y que quien no haya aprendido a aburrirse con una cierta dignidad tenderá a distraerse, disiparse, evitarse circunstancias, tomar decisiones rápidas, escapar de la realidad.
  4. Dejar y soltar, desprenderse. Quizá antes de muchas otras cosas. Por supuesto, hablo de dejar objetos y cosas para no confundirnos con ellas, y aprender a diferenciarnos. Pero también de aquello que no son sólo cosas. Como puedan ser nuestras capacidades o las personas que están a nuestro alrededor. Curiosamente, para algunos, no somos lo que tenemos ni lo que somos capaces de hacer ni fruto exclusivo de lo que quieren hacer de nosotros. Somos algo más. Poner un poco de distancia con todas ellas nos ayudaría a plantearnos ciertas preguntas de otro modo. Por ejemplo, ¿quién soy? o ¿qué hago aquí?
  5. Ser el centro del propio mundo. Ya vendrán tiempos en los que nos descentremos. Un centro no egoísta, pero que sepa «hacer suyo» con responsabilidad y buen juicio lo que nos va sucediendo.
  6. Dejarse querer. Que creo que es lo que más cuesta en este mundo: dejarse querer bien; permitir que nos conozcan y que nos acojan como somos, tal y como somos.