Cumpliré treinta y tres años en unas horas. Es un secreto, así que anda con prudencia. Y voy comprendiendo que resto años en lugar de sumar, y que deseo convertirme en un niño más pequeño, y aprender de la vida a medir el tiempo al modo como los pequeños saben aprovecharlo sin hundirse en los relojes y en los calendarios. Por lo cual creo que lo mejor que puedo hacer en mi cumpleaños es jugar, pasarlo bien y divertirme, ilusionarme de nuevo con la vida que ha pasado y esperanzarme libremente con lo que se avecina ya próxima. Vivir lo puede hacer casi cualquiera, pero jugar sólo los niños y los que son como ellos. Vivir parece en ocasiones cuestión de dejarse llevar, y de ningún modo quisiera eso, y sentir que la vida regalada se va perdiendo o siendo robada, y preguntarme de nuevo qué está pasando fuera de mi poco margen dentro del abanico que se presenta. Jugar consiste en crear un mundo abierto de reglas en las que otros puedan participar, y soñar con nuestras capacidades a ser lo que realmente somos, superando miedos y tensiones, despejando incógnitas y adivinando cartas que van y vienen de una mano a otra. Jugar es la tarea a la que se enfrenta un niño en la gratuidad de la vida que se inicia, y que se siente estrenada en cada momento. Sólo los pequeños gastan de este modo, sonriendo y saltando, sus fuerzas que van de 0 a 100 en milésimas de segundo. Y también los que son como pequeños.

Si me dieran la oportunidad de que se cumpliera un deseo para el año que comienza sería el de saber dejarme amar, tal y como soy, sin cortapisas. Y creo que sólo empezará cuando alguien se atreva a vivir este juego de reglas no escritas, y de misterios por resolver. Un juego de reglas compartidas donde triunfe aquel que haga a los demás más felices cada día. ¡Qué juego más intenso! ¡Qué aventura más maravillosa! ¡Qué estupenda resultaría la partida! Y pienso también que más que un juego, así a la ligera, se trata de trasformar el mundo en el que vivimos, y ser capaces de hacerlo compartido, habitable, deseable, amante de quienes se enrolan en su fantasía y saben mirar con nuevos ojos.

Muchas felicidades para todos los que compartís conmigo, o habéis compartido, algo de tanto como siento que hoy se me ha regalado. Por la admirable sorpresa de encontrarme con vosotros, y dialogar. Por la terrible amenaza que supone dejarme descontrolar por vosotros, y hacer en mí hueco para cada uno. Por la increíble dosis de fe, esperanza y amor que habéis sembrado en mi recorrido. Ahora, lo que más necesito en este primer día de nueva vida es amar. Y también vuestra presencia lo facilita, lo hace posible, lo mueve hacia la verdad, y la luz de este escenario llamado mundo, único mundo en el que es real el sueño y el deseo.